La República. I, II y III.
Libro I
Utilizando a Sócrates como interlocutor, se debate sobre lo que es la justicia que acaba siendo introductoria de lo que es el buen gobierno.
Libro II
Para empezar a definir lo que es la justicia, Platón examina como se daría ella en un diseño de una ciudad ideal, donde los más elevados ciudadanos son los guardianes, encargados de gobernar la ciudad. Entre las muchas cualidades que han de tener estos guardianes, esta la de ser filósofos, ya que estos son los únicos que pueden alcanzar la sabiduría. La educación de los mismos será clave. Así pues, carga contra los poetas, que son los encargados de transmitir el conocimiento en la época de Platón, a los que tilda de “forjadores de falsas narraciones”. Toda la mitología que se traslada de generación a generación es una farsa. Esas narraciones donde los dioses se muestran pasionales, a veces bondadosos, otras malvados y crueles. Para Platón “la divinidad no es autora de todas las cosas, sino únicamente de las buenas”. Los dioses son bondadosos y bellos, porque son perfectos. Y como son perfectos, bondadosos y bellos, tampoco mienten. “La divinidad es, por tanto, absolutamente simple y veraz en palabras y en obras y ni cambia por sí ni engaña a los demás en vigilia ni en sueños con apariciones, palabras o envíos de signos”.
Libro III
En el siguiente libro se expone cómo han de ser los guardianes de la ciudad, continuando, eso si, su carga contra los poetas y demás artistas, sobre los cuales se ejercerá una enorme censura. “No solo tendremos que vigilar a los poetas y obligarles o a representar en sus obras modelos de buen carácter o a no divulgarlas entre nosotros, sino que también hay que ejercer inspección sobre los demás artistas e impedirles que copien la maldad, intemperancia, vileza o fealdad en sus imitaciones de seres vivos o en las edificaciones o en cualquier otro objeto de su arte”. Estos guardianes son lo que Platón llama “hombres de bien”. En su educación es fundamental la gimnástica y la música, que ambas tienen por objetivo educar el alma. Así, en lo referente a la música y la armonía, “la falta de gracia, ritmo o armonía están íntimamente ligadas con la maldad en palabras y modo de ser”. “Rechazará, también con motivos, y odiará lo feo ya desde niño, antes aún de ser capaz de razonar”. Además, relacionado con el amor, habrá que dar a la ciudad “una ley que prohíba que el amante bese al amado, este con él y le toque sino como a un hijo, con fines honorables y previo su consentimiento”. Y en cuanto a la gimnástica, “es el alma buena la que puede dotar al cuerpo de todas las perfecciones posibles por medio de sus virtudes”. Estos guardianes, que como vemos aspiran a la perfección, escapan a todo sistema de justicia, ya que como seres perfectos son siempre justos.
A veces, en su discurso encontramos a una persona muy cruel. Por ejemplo, los enfermos crónicos no merecen ningún tipo de ayuda. “Quien no es capaz de vivir desempeñando las funciones que le son propias no debe recibir cuidados por ser una persona inútil tanto para sí mismo como para la sociedad”. Y que pueden “engendrar descendientes que, como es natural, heredarán su constitución”. Y sigue, que “dejen morir a aquellos cuya deficiencia radique en sus cuerpos o condenen a muerte ellos mismos a los que tengan un alma naturalmente mala e incorregible”.
Utilizando a Sócrates como interlocutor, se debate sobre lo que es la justicia que acaba siendo introductoria de lo que es el buen gobierno.
Libro II
Para empezar a definir lo que es la justicia, Platón examina como se daría ella en un diseño de una ciudad ideal, donde los más elevados ciudadanos son los guardianes, encargados de gobernar la ciudad. Entre las muchas cualidades que han de tener estos guardianes, esta la de ser filósofos, ya que estos son los únicos que pueden alcanzar la sabiduría. La educación de los mismos será clave. Así pues, carga contra los poetas, que son los encargados de transmitir el conocimiento en la época de Platón, a los que tilda de “forjadores de falsas narraciones”. Toda la mitología que se traslada de generación a generación es una farsa. Esas narraciones donde los dioses se muestran pasionales, a veces bondadosos, otras malvados y crueles. Para Platón “la divinidad no es autora de todas las cosas, sino únicamente de las buenas”. Los dioses son bondadosos y bellos, porque son perfectos. Y como son perfectos, bondadosos y bellos, tampoco mienten. “La divinidad es, por tanto, absolutamente simple y veraz en palabras y en obras y ni cambia por sí ni engaña a los demás en vigilia ni en sueños con apariciones, palabras o envíos de signos”.
Libro III
En el siguiente libro se expone cómo han de ser los guardianes de la ciudad, continuando, eso si, su carga contra los poetas y demás artistas, sobre los cuales se ejercerá una enorme censura. “No solo tendremos que vigilar a los poetas y obligarles o a representar en sus obras modelos de buen carácter o a no divulgarlas entre nosotros, sino que también hay que ejercer inspección sobre los demás artistas e impedirles que copien la maldad, intemperancia, vileza o fealdad en sus imitaciones de seres vivos o en las edificaciones o en cualquier otro objeto de su arte”. Estos guardianes son lo que Platón llama “hombres de bien”. En su educación es fundamental la gimnástica y la música, que ambas tienen por objetivo educar el alma. Así, en lo referente a la música y la armonía, “la falta de gracia, ritmo o armonía están íntimamente ligadas con la maldad en palabras y modo de ser”. “Rechazará, también con motivos, y odiará lo feo ya desde niño, antes aún de ser capaz de razonar”. Además, relacionado con el amor, habrá que dar a la ciudad “una ley que prohíba que el amante bese al amado, este con él y le toque sino como a un hijo, con fines honorables y previo su consentimiento”. Y en cuanto a la gimnástica, “es el alma buena la que puede dotar al cuerpo de todas las perfecciones posibles por medio de sus virtudes”. Estos guardianes, que como vemos aspiran a la perfección, escapan a todo sistema de justicia, ya que como seres perfectos son siempre justos.
A veces, en su discurso encontramos a una persona muy cruel. Por ejemplo, los enfermos crónicos no merecen ningún tipo de ayuda. “Quien no es capaz de vivir desempeñando las funciones que le son propias no debe recibir cuidados por ser una persona inútil tanto para sí mismo como para la sociedad”. Y que pueden “engendrar descendientes que, como es natural, heredarán su constitución”. Y sigue, que “dejen morir a aquellos cuya deficiencia radique en sus cuerpos o condenen a muerte ellos mismos a los que tengan un alma naturalmente mala e incorregible”.